Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenla parálisis en el brazo derecho.
Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico:
-«Levántate y ponte ahí en medio.»
Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo:
-«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre:
-«Extiende el brazo.»
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido.
Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Una vez más el evangelio nos muestra la distinta visión que del sábado tenían Jesús y los letrados y los fariseos. Estos querían cumplir al pie de la letra lo establecido por la ley judía. Jesús, que no iba en contra de la ley, nos da una nueva visión de ella. Hay algo que está por encima de la ley: ayudar a cualquier ser humano. No pude haber ley humana ni pretendidamente divina que no deje amar, ayudar en caso de necesidad a una persona. “Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?”.
Con esta manera de pensar, Jesús muy gustoso, siguiendo la ley de su corazón, curó al hombre del brazo paralítico en sábado.
Casi todos vienen a mí para que les alivie la Cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla. San Pío de Pieltrecina
Salmo 61, 6-7. 9
De Dios viene mi salvación y mi gloria.
Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.




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