Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa,
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Oh, Dios crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes dentro lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
OH, DIOS CREA EN MI UN CORAZÓN PURO
El Salmo 50 ha sido un
cántico de Penitencia durante siglos para muchas generaciones de
cristianos. Tal vez, el texto latino no comprendido en demasía hizo que
este salmo tuviera “mala fama”. Pero es hermosísimo y demuestra el gran
amor de Dios hacía su pueblo “al que devuelve la alegría de la
salvación”.
Cuando llega la hora de la verdad,
y siento que no tengo tantas fuerzas
para defender tú Reino.
Porque me cuesta renunciar a mi “YO”
y decirte que soy todo tuyo, Señor.
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