En aquellos días Dios puso a prueba a Abrahán llamándole:
-- ¡Abrahán!
Él respondió:
-- Aquí me tienes.
Dios le dijo:
-- Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo en sacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicaré.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí un altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor gritó desde el cielo:
-- ¡Abrahán, Abrahán!
Él contestó:
-- Aquí me tienes.
Dios le ordenó:
-- No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo.
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
-- Juro por mí mismo --oráculo del Señor--: Por haber hecho eso, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistaran las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.
.- La fe de Abrahán era completa, total. Obedecía a Dios por encima de cualquier duda. Es muy fuerte disponerse a sacrificar –a degollar—a su único hijo porque Dios se lo ha mandado. Por Abrahán no puso reparos. Dios –claro está—no iba a permitir ese sacrificio. Era una prueba. Todos vivimos pruebas, algunas muy sencillas o fáciles; otros, mas duras o complicadas. Pero hemos de obedecer a Dios en todo momento porque Él sabe que es lo mejor para nosotros. Esta primera lectura, del capítulo 22 del Génesis, es toda una enseñanza de enorme importancia.
Dios no puede pedir, ni en broma, el sacrificio del hijo único y de ningún hijo. Dios tiene un gran humor, pero esto sería humor negro. Las horas que pasarían Abraham y Sara serían realmente mortales. Eso no lo puede pedir ni Dios. Ni necesita pruebas de este tipo… Pero la historia que cuenta el Génesis es no sólo hermosa, sino profunda y paradigmática. Se inspira en la costumbre de ciertas religiones primitivas. Abraham pudo llegar a sentir esa exigencia. El patriarca, camino del monte, es un modelo de obediencia y de fe. Abraham con el cuchillo alzado es un campeón de la fe. Aquí se ganó de verdad esa paternidad millonaria de todos los creyentes. Si hubiese retenido al hijo, su semilla hubiera terminado agotándose. Al desprenderse de él, se lo devuelven con una bendición que traspasa los siglos, con una promesa de infinitud. "Retener es inferior modo de posesión a esperar", dice el sacerdote en el Misal de la Comunidad. La fe de Abraham es ésta: a Dios no se le discute ni regatea nada. Es verdad que le pide todo su amor y su esperanza; pero este hijo es más de Dios que suyo; y si Dios le ha dado un hijo en su vejez, puede seguir multiplicando su semilla.
Padre, trasfigura nuestro corazón para que al finalizar la cuaresma podamos subir con tu Hijo camino del Calvario hacia la resurrección.





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