El brevísimo fragmento de
la Carta a los Hebreos que leemos hoy, refleja bien el drama de Cristo,
Nuestro Señor, ante la muerte. Jesús no quería morir, como ningún ser
humano en su sano juicio. Pero aceptó su sacrificio, con obediencia
total al Padre, para que nosotros viviéramos.
Servir a Cristo. Jesús nos propone negarnos a nosotros
mismos, aborrecernos en este mundo para guardarnos para la vida
eterna. Es decir, adquirir la libertad interior que nos permita
servirle a Él. ¿Qué es servir a Cristo? simplemente... seguirle. San
Agustín, comentando este texto nos dice que sirven a Cristo los que no
buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo. Quien dice que
permanece en Cristo debe caminar como El caminó. Para servir a Cristo
hay que hacer sus mismos servicios: dar de comer al hambriento, dar de
beber al sediento, vestir al desnudo, hospedar al forastero, visitar al
enfermo y al que está en la cárcel. Y ésta es una tarea que podemos
realizar todos, no solo a los obispos o sacerdotes. Y a quien sirva a
Cristo de este modo, concluye San Agustín, "el Padre le honrará con el
extraordinario honor de estar con su Hijo y su felicidad será
inagotable"
SERVIR A CRISTO ES SEGUIRLE