«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
En el evangelio de San Juan se nos dice más de una vez que a Dios no le ha visto nadie, excepto aquel que vive con el Padre, Cristo Jesús. El mismo Cristo nos dice hoy en el evangelio: si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Y lo que decimos del conocer, lo decimos también del ser: el que tiene el espíritu de Cristo tiene el espíritu de Dios.
En la vida puede haber muchos caminos para llegar a un sitio determinado, pero el camino recto y más corto siempre es uno sólo. Pues bien, para nosotros, los cristianos, el camino recto y más corto para llegar a Dios es Cristo Jesús. Para esto no necesitamos saber mucha teología, ni ser personas muy cultas, nos basta con amar a Cristo con toda nuestra alma, vida y corazón.
La alegría debe seguir llenando nuestros corazones a
pesar de las dificultades –muchas—de la vida. Sabemos que Jesús nos
enseña como continuar adelante y eso es, sencillamente, muy hermoso y
muy grande.
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