jueves, 18 de mayo de 2017

Hechos de los apóstoles (15,22-31):

EN aquellos días, los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabá, y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y enviaron por medio de ellos esta carta:
«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad. Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos».
Los despidieron, y ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la comunidad y entregaron la carta. Al leerla, se alegraron mucho por aquellas palabras alentadoras.


Es posible vivir desde el perdón sincero dejando atrás rencores y odios. Jesús nos muestra el modo de amar en libertad y gratuitamente (sin esperar nada a cambio). Se es capaz de vivir con poco y lo que llega a inquietar el corazón, es verdaderamente poco. Nos hace capaces de transmitir una paz inconmensurable. En esto se basa, y no en otra cosa, “el camino de vida” que nos propone Jesús. Jesús mismo recuerda que hemos sido elegidos-llamados para pasar del estéril egoísmo a una vida basada en el amor. Esta fue la condición fundamental que pusieron los apóstoles, de la primitiva Iglesia, a los gentiles que se convertían al cristianismo.

Luego del discernimiento que junto a Pablo y Bernabé realizaron durante el I Concilio de Jerusalén: “vivir en el amor renunciando a la idolatría y al libertinaje”. Optar por ser cristiano era optar por “la vida”, y esta, humanizada.
El anuncio de salvación era realmente una buena noticia y no una pesada carga. No se trataba de poner condiciones a aquel que necesitaba de Dios; por el contrario, comprendiendo y acogiendo con misericordia, lograban que los más posibles se volcaran al amor. Somos una Iglesia elegida y destinada a dar un fruto y uno que permanezca en los corazones.





 Salmo 56


Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria


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