EN aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los
hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no
podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con
Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre
ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros
sobre esta controversia. Ellos, pues, enviados por la Iglesia provistos
de lo necesario, atravesaron Fenicia y Samaría, contando cómo se
convertían los gentiles, con lo que causaron gran alegría a todos los
hermanos. Al llegar a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, los
apóstoles y los presbíteros; ellos contaron lo que Dios había hecho con
ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron, diciendo:
«Es necesario circuncidarlos y ordenarles que guarden la ley de Moisés».
Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto.
En el anuncio del Reino de Dios, proclamado por Jesús, no prevalecía
sino la conversión del corazón, posibilitando el amor a Dios y al
prójimo. San Pablo llegó a tener la claridad que lo verdaderamente
importante era “la circuncisión” del corazón (Rm 2, 29), entendido como
un proceso de conversión interior, más allá de los signos externos. Algo
necesario hoy en día para todos en la Iglesia (clero, vida consagrada y
fieles), será caminar hacia una profunda conversión pastoral que nos
humanice.
Alcanzar la suficiente madurez humana y cristiana que nos comprometa con
las causas justas; las que tienen que ver con la defensa de la vida y
la integridad de la creación. Para San Pablo no fue fácil llegar a esta
convicción ni tampoco lo es para nuestras comunidades cristianas. Se ha
de pasar por un proceso de escucha atenta de la voz de Dios y un
discernimiento comunitario profundo.
Hermanos: Jesús, el Señor, nos ha dicho hoy: “Vivan y permanezcan en mí,
como yo permanezco en ustedes”. Sí, permanezcamos en su amor y hagamos
las tareas de cada día en unión con él y sostenidos por su fuerza, y
llevémosle a nuestros hermanos por medio de nuestra mutua preocupación,
cuidado y amor.
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