"Ahora --oráculo del Señor-- convertíos a mí de todo corazón: con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones no las vestiduras: convertíos al Señor Dios vuestro; porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad, y se arrepiente de las amenazas". Quizá se arrepiente y nos deje todavía la bendición, la ofrenda, la libación del Señor nuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión, congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos, congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba; la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, los ministros del Señor, diciendo: "Perdona, Señor, perdona a tu pueblo, no entregues tu heredad al oprobio; no la dominen los gentiles, no se diga entre las naciones: ¿Dónde está Dios? El Señor sienta celo por su tierra y perdone a su pueblo."
En la lectura el profeta Joel transmite la Palabra de Dios que pide arrepentimiento y conversión. Pide el Señor que rasguemos los corazones y no las vestiduras. El Señor quiere que nuestra penitencia y reconciliación con Él sea auténtica y no solo de formas y ritos.
¿Quién de nosotros, puestos en camino hacia un destino, no nos hemos encontrado con señalizaciones que nos han hecho dudar a la hora de escoger una dirección determinada? ¿Quién de nosotros, dispuestos hacia un viaje, no se ha dejado seducir y entretener por circunstancias o paisajes que distrajeron nuestra atención o, incluso, alteraron y dislocaron el planteamiento con el que habíamos salido de casa?
La cuaresma, llama con fuerza a nuestra puerta. En el horizonte se divisa la Pascua y, por si lo hemos olvidado, hemos de recuperar totalmente el brillo en el alma, el testimonio de nuestra fe y avanzar en el conocimiento de Jesús. La Palabra de Dios, certera y dando con dardo preciso en nuestro corazón, nos re-situará y llevará de la superficialidad a la hondura de la Semana Santa. Una revisión, de lo que somos, hacemos, y sentimos como cristianos…no viene mal nunca. Pero, la Pascua, lo merece.
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