martes, 28 de octubre de 2014

Romanos 8:15-16





“Y no recibisteis un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que 
os adopta como hijos y os permite clamar: « ¡Abba! ¡Padre!» El Espíritu mismo 
asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.”





Pongámonos en la siguiente situación :
Estás sentado en un restaurante y el ambiente está tranquilo, hasta que un hombre mayor se pone un poco cascarrabias y su conversación en voz alta logra que la negatividad se se propague en el restaurante.Pero en ese momento, la señora Martínez y algunos de sus amigos están sentados. Ellos están en un ambiente festivo, riéndose y abrazándose, e incluso con alegría saludando a las demás personas alrededor de su mesa.
¡Es una fiesta, y todos están invitados! Su alegría se desborda y se esparce por toda la habitación, e incluso el viejo cascarrabias ya está sonriendo.Su energía ha cambiado toda la atmósfera, y te hace sentir querer ser parte de su grupo.La señora Martínez es una imagen de nosotros mismos, cuando dejamos que el amor perfecto de Dios maneje el miedo de nuestras vidas (1 Juan 4:18). Vivimos en amor, lo que significa que vivimos en Dios, y el amor de Dios es completo, porque Él vive en nosotros. (1 Juan 4:16).El Espíritu de Dios que está en nosotros, da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios (Romanos 8:15-16). Y la alegría de Jesús obrando en nosotros, da un testimonio no forzado,de Dios en nuestras vidas.
Nuestro objetivo en Jesús, es aceptar la gracia de Dios hasta que el amor y la alegría que experimentamos sea contagiosa, hasta que se propague a los que nos rodean, creando en ellos un anhelo de querer unirse a nuestra familia - la familia de Dios.





Nuestro propio Testimonio






Nuestro objetivo en Jesús, es aceptar la gracia de Dios hasta que el amor y la alegría que experimentamos sea contagiosa




Jon Walker

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