QUÉ ALEGRIA CUANDO ME DIJERON: "VAMOS A LA CASA DEL SEÑOR
Qué alegría cuando me dijeron:
"Vamos a la casa del Señor.
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor.
En ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
“Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: "la paz contigo".
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Hay unas pocas verdades fundamentales de nuestra Fe que deberían mantenernos en ascuas y ser capaces de hacernos caer en la cuenta del momento en que vivimos.
--¿Caemos en la cuenta de que va conmigo que Dios está tan cercano a mí, que le tengo en todas partes, que le llevo conmigo y le paseo por calles y plazas y que en el trabajo y en casa y en la mesa del bar está conmigo?
--¿Caemos en la cuenta de que va conmigo que dios, el Señor Jesús, ha dado realmente su vida por mí?
--¿Caemos en la cuenta de que va conmigo que el Señor Jesús me espera siempre en los sagrarios de nuestras iglesias?
-- ¿Caemos en la cuenta de que va conmigo que todos nosotros somos de verdad hermanos, hijos todos queridos de un mismo Padre, y que lo que ese Padre quiere es que formemos de verdad una familia?
No dejemos pasar un momento más sin que haya saltado en nuestros corazones la chispa de Dios.
No sigamos siendo pasotas de Dios y de los hombres, que la palabra de dios se haga sonido inteligible en nuestros corazones y que entre hombre y hombre salte la chispa del mutuo reconocimiento, de la fraternidad.
¡Velad! Despertemos a las verdades de Dios, que ya creemos, pero que aún no han tocado nuestro corazón.
Este salmo 121 era utilizado por los peregrinos cuando se acercaban al Templo de Jerusalén. Es un himno de alegría y de satisfacción por haber terminado el camino sin contratiempos.