lunes, 7 de noviembre de 2016

2 Cor 6, 1-10 Soltemos lastre y corramos con presteza a Jesús!






Como cooperadores suyos que somos os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Porque él dice: «En el tiempo de la gracia te escucho, en el día de la salvación te ayudo» Pues mirad: Ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el día de la salvación. Para no poner en ridículo nuestro servicio, nunca damos a nadie motivo de escándalo; antes bien, continuamente damos prueba de que somos servidores de Dios con lo mucho que pasamos: luchas, infortunios, apuros, golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, saber, paciencia y amabilidad; con los dones del Espíritu y con amor sincero, llevando el mensaje de la verdad y la fuerza de Dios.   Con la derecha y con la izquierda empuñamos las armas de la salvación, a través de la honra y afrenta, de mala y buena fama. Somos los impostores que dicen la verdad, los desconocidos conocidos de sobra, los moribundos que están bien vivos, los sentenciados nunca ajusticiados, los afligidos siempre alegres, los pobres que enriquecen a muchos, los necesitados que todo lo poseen.






 Pablo anunció el Evangelio en la ciudad de Corinto, puerto marítimo de la Grecia mediterránea. Como apóstol lleno de celo siguió con interés el desarrollo de su comunidad. Es sabido que no le faltaron dificultades. Ello no obstante, para confirmar a los hermanos en la fe y, siempre a la luz de Cristo Maestro y Señor, trató puntos doctrinales de gran relevancia, como acerca de la sabiduría de la cruz, abierta a la resurrección, de la moral cristiana animada por la caridad, que une a Jesús y a los semejantes, de las celebraciones eucarísticas, matrimonio y virginidad, pureza de costumbres, orden en las asambleas.

El fragmento elegido parte de la exposición que hace sobre el apostolado, que radica en un encargo recibido de Dios. Recuerda que el apóstol es un «legado» del mismo Cristo y un «cooperador» al servicio de la gracia. La perseverancia en la misma lleva con seguridad a la vida eterna. No puede echarse en saco roto. Por el contrario, el predicador ha de emplearse a fondo para hacerla germinar y crecer, aun a sabiendas de que su desarrollo será, de ordinario, paulatino y gradual. Será necesario ejercitar la virtud de la paciencia.

Para que la vida de Dios —la gracia— sea correspondida con fe viva en este tiempo de salvación señala diversos medios, que él llevaba con esmero a la práctica. Se propuso, ante todo, ser un servidor de Dios, ejemplar, sin arredrarse ante las múltiples pruebas que le salían al paso. Utilizó la exhortación, el ejemplo y la predicación. Actuaba enriquecido por los dones del Espíritu, con amor sincero, integridad de vida y conocimiento del contenido evangélico. Era portador del mensaje de la verdad y de la fuerza de Dios. Sus armas fueron, asimismo, las propias del que buscaba la santidad personal y la de sus semejantes: verdad, fortaleza, cercanía, amistad. Eligió la pobreza. Con ella, paradójicamente, enriquecía a muchos. Poseía ya anticipadamente los valores que esperaba fundadamente conseguir en la bienaventuranza eterna.







 La enumeración de pruebas que hace Pablo: luchas, infortunios, apuros, golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer, coinciden con las que sufrieron más tarde los seguidores de Cristo. Se advierte, en particular, la variedad de trabajos y, por otra parte, la riqueza de gracias correspondidas por innumerables seguidores de Domingo, antepasados nuestros «cuyo elogio hacemos hoy» (Sir 44, 1)

 Gracias, Señor, por tu ayuda a los llamados . Por tu poder ha experimentado fuerza en la debilidad. Aquellos encarnaron fielmente el carisma de la predicación por el mundo entero. —Secundando el mandato que hiciste a  tus apostoles —«Id y predicad»—, prometemos hoy no echar en saco roto la gracia recibida, sino cultivarla y ofrecerla con ilusión renovada para que fructifique y obre la salvación de todos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


viernes, 4 de noviembre de 2016

Lc 16, 1-8 ¿Qué voy a hacer?





En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: '¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador'. Entonces el administrador se puso a pensar: '¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan'. Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: '¿Cuánto le debes a mi amo?' El hombre respondió: 'Cien barriles de aceite'. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta'. Luego preguntó al siguiente: 'Y tú, ¿cuánto debes?' Este respondió: 'Cien sacos de trigo'. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y haz otro por ochenta'. El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz"




 La parábola de hoy se conoce como el mayordomo deshonesto. Hay una relación entre esta parábola y la que procede, la cual es conocida como la parábola del hijo pródigo. A primera vista, puede parecer que estas dos parábolas no tienen nada en común. Sin embargo, después de un examen más detallado, existe un vínculo entre las acciones del hijo pródigo y el administrador deshonesto. Ambos actúan de manera decisiva frente a una situación o crisis. También se podría decir que actuaron "sabiamente" para cambiar su situación y mejorar su calidad de vida, aunque cada uno tomó diferentes pasos para hacerlo. El mismo verbo griego, para malgastar, se usa para describir las acciones del hijo pródigo y el administrador deshonesto (15:13, 16: 1)

El tema que se encuentra en el capítulo 16 del Evangelio de Lucas es el uso correcto de la riqueza. Comienza con un hombre rico y el mayordomo deshonesto y termina con el hombre rico y Lázaro. Un versículo bíblico bien conocido se encuentra entre estas dos parábolas: Usted no puede servir tanto a Dios como a las riquezas (16, 13).

Los "ciudadanos del cielo" como en la primera lectura, deben actuar con decisión y audacia cuando se trata de su vida, es decir, la vida eterna. La parábola enseña que los cristianos deben reconocer en humildad su situación concreta y luego tomar decisiones que fortalecerán su identidad como seguidores de Cristo.





 Todos nos encontramos en diferentes situaciones. Diferentes tiempos y experiencias en nuestra vida hacen un viaje interesante. La pregunta es, "¿Qué haremos en estas situaciones?"

La mayoría de las veces no comprendemos completamente dónde estamos hasta que surge una crisis. Este fue el caso del mayordomo en la parábola. Podemos ignorar nuestro donde estamos. Podemos tratar de sacrificarnos a través de cualquier situación en la que vivamos con la esperanza de que las cosas mejoren. Podemos tener miedo de ver con humildad cuáles son nuestros verdaderos valores, opciones y prioridades. Sin embargo, una crisis parece romper todos estos para confrontar a cada persona con una opción.

En la parábola el mayordomo actuaba como los "hijos de este mundo". Debemos actuar como los "hijos de la luz". Usar el pensamiento reflexivo y audaz, tomar decisiones decisivas, y con celo para ejecutar la decisión. ¿Con qué frecuencia vamos a pasar por este proceso sólo para dejar de ejecutar la decisión decisiva tomada? Después de un tiempo, tales experiencias repetidas aportan una inercia que afecta nuestra espiritualidad de vida, emocionalmente e incluso físicamente.

Los hijos de la luz son, como se menciona St. Paul, los "citoyens del cielo". Como tal, estamos para pensar y reflexionar así, a, tomar decisiones decisivas, y con celo para ejecutar lo que ha-sido decidido. En contraste con el mayordomo, nuestra amistad con Jesús no es como uno de la amistad de administrador de servicios públicos con los deudores. Es la amistad para disfrutar más plenamente de la vida eterna con Dios.

Cualquiera que sea la posición que encontramos en nosotros mismos, podemos estar seguros de que se trata de una participación real de la jornada en la amistad de Jesús a la vida eterna. Como cualquier otro viaje, se requieren medidas para moverse. Donde te encuentras hoy? ¿Cómo va a dar el siguiente paso no hizo Aquellos cuyas "mentes están llenas de cosas de la tierra", sino como "citoyens del cielo?"


 Padre Celestial, te damos gracias por tu cuidado providencial, por cómo nos guías a través de la vida de una manera sutil. Ayúdanos a poner nuestra confianza en Ti para que podamos salir de la preocupación y de la ansiedad, para poder amarte a Ti y a nuestro prójimo más plenamente, con un corazón indiviso. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.


jueves, 3 de noviembre de 2016

Isaías 58:6-11 El Señor ,cuida de nosotros








Si quitas de en medio de ti el yugo,
el amenazar con el dedo y el hablar iniquidad,
y si te ofreces al hambriento,
y sacias el deseo del afligido,
entonces surgirá tu luz en las tinieblas,
y tu oscuridad será como el mediodía.
Y el Señor te guiará continuamente,
saciará tu deseo en los lugares áridos
y dará vigor a tus huesos;
serás como huerto regado
y como manantial cuyas aguas nunca faltan
 
 
 
 
 
 Este texto corresponde a la tercera y última sección del profeta Isaías que comienza con el capítulo 55. Esta sección también es conocida como “Trito-Isaías” o “Tercer” Isaías. Estudiosos de las Escrituras creen que las secciones de Isaías, comenzando con el capítulo 40, fueron escritos por un autor diferente a los primeros 39 capítulos. La audiencia de esta sección son los hijos de Israel durante la cautividad de Babilonia, unos 150 años después de la primera parte de Isaías, cerca del siglo sexto antes de Cristo. En esta última sección de Isaías, hay un cambio notable en su estado de ánimo del desaliento a la esperanza en un futuro glorioso para Israel. El tiempo del exilio ha terminado y ahora hay un tiempo prometedor y alegre para todo Israel.

 

 


El ayuno es un tema frecuente en las Escrituras. En la primera parte de este pasaje, el verdadero ayuno no consiste sólo en abstenerse de alimentos sino en compartir la comida con el hambriento, vestir al desnudo y liberar a los oprimidos. Los resultados de este verdadero ayuno será una gran alegría para todo el pueblo. Los que ayunan de esta manera estarán en la presencia del Señor.
 
 
 
 
 Oh Dios, tu permitiste que tu luz de justicia, paz, y sanación brillara a través de tu Iglesia. Permite hoy que tu luz siga brillando a través de tus hijos e hijas para llevar a todos los pueblos a la reconciliación en este mundo de lucha y división. 
 
 

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Jn 6: 37-40 Jesús no rechaza a nadie






Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.»

 Al comienzo de este evangelio Jesús afirma que Él es el pan de vida. Agustín de Hipona nos dice que siempre tendremos hambre y sed de Dios. ¿No se llama al pan la “esencia de la vida”? Y Jesús comienza diciéndonos que Él es nuestro pan. Jesús critica a quienes no le creen: aunque me habéis visto, no me creéis. Sin una confianza y una fe profundas no se puede satisfacer el hambre y la sed de Dios. Jesús está ahí, siempre. Necesitamos aceptarle porque Él no echará fuera a nadie. Jesús quiere que entremos en comunión con Él. Se ofrece a sí mismo, completamente y para siempre. No tenemos que preocuparnos de no ser dignos, porque Él promete que no rechazará a ninguno. Esto es lo que Dios quiere. Y si aceptamos a Jesús, tendremos la vida eterna, donde nuestra hambre y nuestra sed serán saciadas.




 Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.

Estas palabras de Jesús nos aseguran su presencia constante. Es posible que a veces nos preguntemos dónde está Dios. Dios está siempre ahí. No se va. Somos nosotros los que nos alejamos. Si somos honestos con nosotros mismos, debemos ver que somos nosotros los que hemos soltado nuestra mano de la mano de Dios. Pero no tenemos que preocuparnos. La voluntad de Dios es que Jesús no pierda ninguno de los que Él le dio. Perseveremos en la confianza en Dios.





 Padre, bendícenos con tu gracia siempre constante. Que tu amor siempre nos abrace. Te pedimos que aceptes nuestras peticiones, aun cuando seamos desagradecidos. Ayúdanos a perseverar en la fe. Queremos amarte y estar contigo eternamente. Que Jesús nos encuentre siempre. Amén