viernes, 14 de octubre de 2016
Lc 12, 1-7 La audacia de la predicación
En aquel tiempo, la multitud rodeaba a Jesús en tan gran número que se atropellaban unos a otros. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse. Por eso, todo lo que ustedes hayan dicho en la oscuridad, se dirá a plena luz, y lo que hayan dicho en voz baja y en privado, se proclamará desde las azoteas. Yo les digo a ustedes, amigos míos: No teman a aquellos que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Les voy a decir a quién han de temer: Teman a aquel que, después de darles muerte, los puede arrojar al lugar de castigo. Se lo repito: A él sí tienen que temerlo. ¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos"
El pasaje del evangelio de hoy forma parte de un plan más amplio de los fariseos y escribas, para condenar a Jesús y llevarlo a la muerte. Jesús, por su parte, aprovecha la ocasión para dar una enseñanza y condena la peligrosa seducción de la hipocresía de los fariseos, que buscaban procesarlo y condenarlo en virtud de una religiosidad interesada y explotadora.
Está claro en este evangelio que el ministerio de amor y misericordia de Jesús desafiaba la religiosidad egoísta, autorreferencial y explotadora, carente de una recta comprensión de la Escritura y del poder de Dios, que fomentaban los escribas y fariseos. Tal religiosidad dejaba al pueblo de Dios prisionero de reglas humanas y a merced de ellas. Jesús se levanta para liberar al pueblo de Dios de la atadura de regulaciones deshumanizadoras.
Jesús, “la más clara revelación de la misericordia de Dios para los pobres”, anuncia la verdad de la misericordia y el amor de Dios, que libera a todos los que creen en ella.
Jesús condena la hipocresía de los escribas y fariseos, que sitúa las reglas humanas (sin importar que éstas se acumulen desproporcionadamente) por encima de los mandamientos de Dios. Enseña que los mandamientos se resumen en el “amor a Dios y al prójimo”. Jesús muestra así que la verdad y la misericordia no son aliados de ocasión. Por misericordia, Jesús anunció la verdad de Dios a los líderes religiosos de su tiempo, incluso con riesgo para su propia vida. Y, al decir la verdad, mostró con su propia vida que la verdad no es una idea, y la misericordia no es una ilusión. La verdad y la misericordia es una persona, Dios encarnado, Jesucristo. Esta es la audacia de la predicación que Jesús nos llama a imit
Jesús condena la perniciosa seducción de la hipocresía, promovida por los líderes religiosos de su generación. ¿Nuestra generación puede considerarse exenta de semejante condenación? La persona que más dificultad tiene para despertarse del sueño es la que simula estar durmiendo. Esa es la tragedia de nuestra generación. Como predicadores de gracia, tenemos la obligación religiosa y el imperativo moral de despertar al mundo, mientras mantenemos a la Iglesia alerta frente al peligro de caer en la hipocresía de un culto de labios hacia afuera.
Dios y Padre nuestro, te agradecemos por el don de nuestra vocación a ser anunciadores de tu gracia; inflama nuestros corazones con el gozo de tu amor y tu verdad.
lunes, 10 de octubre de 2016
Lc 11, 37-41
Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entró, pues, y se puso a la mesa. El fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis y entonces todo será puro para vosotros.
Los fariseos eran laicos muy respetados que se dedicaban a cumplir la ley de Dios con la misma meticulosidad exigida a los sacerdotes del templo. Nadie se tomaba más seriamente el estudio y la observancia religiosa. Cuando ellos derribaron las águilas doradas que Herodes había colocado en la entrada del Templo de Jerusalén, Herodes, que temía su creencia en un Mesías inminente, fue despiadado en su respuesta.
Jesús estaba en pleno ministerio en el momento de la invitación mencionada aquí. Para entonces, Jesús ya había predicho su Pasión en dos ocasiones. No era la primera invitación que recibía para ir a casa de un fariseo o para enfrentarse a ellos y responder sus preguntas. En una ocasión anterior lo habían desafiado cuestionándolo respecto a la recogida de granos de un campo en sábado. Todos los pobres tenían permitido espigar, recoger las uvas caídas, comer del borde de los campos plantados reservados por la ley judía. Lo que no tenían permitido jamás, sin importar lo hambrientos que estuviesen, era hacer estas cosas en sábado.
Jesús reconoció dónde residía su ceguera. Los fariseos pagaban el diezmo al templo, lavaban sus copas, pagaban los impuestos gubernamentales. Habían cumplido su deber sin preocuparse por las consecuencias de la sequía, el hambre y las enfermedades que asolaron el Oriente Medio durante estos tiempos. El estado de la población general sugería que ellos estaban notablemente ciegos ante las palabras de Dt 15, 7-11.
En esa ocasión, él hará una distinción sobre la verdadera justicia. Lo vemos dar vida al Sal 119, 139 "me consume el celo porque mis enemigos olvidan tus palabras". Él sabía la indignación que despertaría yendo directamente a la mesa sin lavarse como estaba prescrito. Según el parecer de su anfitrión, este Predicador itinerante había ido demasiado lejos. Pero, ¿por qué no se indignaban a la vista de las multitudes hambrientas y enfermas que los rodeaban? Jesús necesitaba que ellos tuvieran un entendimiento más refinado.
Él estaba intentando impulsarles a reconocer su luz y a cooperar con ella. Reconocer la luz de Cristo y utilizarla para conseguir la justicia ante Dios conduce infaliblemente a la eterna verdad del Amor. Toda regla que brota de ese amor (Dt 15, 7-11 en este caso), es dinámicamente susceptible a expandirse a medida que la luz de nuestro Dios trino continúa alimentándola.
Hoy Jesús nos recuerda que debemos buscar primero el Reino de Dios y su justicia y debemos amar como a nosotros mismos a todos aquellos que conocemos o deberíamos conocer.
Hoy nos preguntamos: ¿A quién no estoy viendo? Reconociendo mi propia necesidad de la Misericordia de Dios, ¿cómo debo conducirme de manera que mis esfuerzos por refrenar el mal, por mitigar el sufrimiento, sean completamente magnificados por el Amor de Dios?
Señor, que tu luz fortalezca nuestro compromiso para proclamar tu verdad. Que tu luz brille a través nuestro y caliente, refresque a los quebrantados, marginados, atemorizados y necesitados. Danos, a los que te suplicamos, la gracia de comprender el espíritu de tu ley, de vivirlo en nuestro tiempo. Pedimos todo esto por medio de Cristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, un sólo Dios por siempre. Amén.
domingo, 9 de octubre de 2016
Lucas 11, 29-32 Despertemos…….
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: -«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»
En los cuatro evanglios encontramos referencias a personas que piden o buscan un signo. Jesús tuvo dificultades con los líderes religiosos de su tiempo. Estos no fueron capaces de de creer y reconocer quién era él, a pesar de los muchos signos y prodigios. No podían ver lo que tenían delante. Necesitaban despertar y ver lo que estaba en frente de sus ojos.
Jesús les recuerda dos personajes que la gente conocía por la historia, Jonás y la Reina del Sur. Jonás fue un profeta que se resistía a serlo, que trató de escapar de la comisión dada por Dios. Fue arrojado al mar en medio de una tormenta, tragado por un pez gigante y escupido por ese mismo pez, tras rogar a Dios, para ser puesto de nuevo en camino para profetizar al pueblo de Nínive el arrepentimiento y el cambio de conducta. Nínive era la capital de Asiria, sobre el río Tigris, en lo que es hoy Irak. Los ninivitas eran los enemigos tradicionaloes de Israel, por eso Jonás recibió de mala gana la tarea dificil de predicarles la palabra de Dios.
Jonás se levanta, se pone en camino y ve con sorpresa que los ninivitas responden al mensaje que lleva de parte de Dios. Los ninivitas se despiertan para cambiar de conducta y evitar la ira de Dios, desde la realeza hasta los subditos más sencillos se humillan con trajes de saco y cenizas. Dios se apaciga y muestra misericorda y perdon hacia ese pueblo.
La Reina del Sur se refiere a la Reina de Saba que en el Ier libro de los Reyes (Cap. 10) visita al rey Salomón. La Reina fue una gobernante árabe, jefe de estado, que viajó una gran distancia rodeada de un cierto número de personas para satisfacer su curiosidad sobre lo había oído sobre Salomón y para informarse mejor. Se despierta, se pone en camino y reconoce la sabiduria de Salomón, aunque fuera de una tierra extranjera y no de su nación.
Me parece que la multitud reunida en torno a Jesús, que crecía continuamente, necesitaba despertar y abrir sus ojos. Jesús acababa de expulsar a un demonio que era mudo. Los escribas y fariseos se rehusaban a aceptar los exorcismos de Jesús como auténticos y pedían un signo. Un signo – ¿es cierto? Habían visto sanaciones, enseñanzas y exorcismos, pero ellos se niegan y resisten a ver lo que está frente a sus ojos, lo que está frente a ellos en su propio tiempo, en su generación.
La respuesta de Jesus es que no se dará otro signo y hace la alusión a Jonás y a la Reina del Sur, quienes vivieron en paises extranjeros. Jonás, un profeta de un lugar lejano, trae muestra a los gentiles la necesidad del arrepentimiento y la Reina de Saba, una gentil, atravieza el desierto y reconoce la sabiduria de Salomón. El mantra de Jesús es algo más grande está aquí. La multitud con Jesús en medio será juzgada por su incapacidad de despertarse y ver quien está en medio.
¿Qué decir de nuestra generación? Nosotros tampoco somos capaces de despertarnos para ver los signos de los tiempos, las necesidades de nuestro mundo y el llamado de la Iglesia. No somos capaces de responder a las exigencias del Evangelio, a la experiencia de Dios en medio de nosotros, de nuestros hermanos, hermans y de toda la creación. Despertemos, entonces, abramos nuestros ojos, nuestros corazones y mentes para ver a Jesús en todos los que están en nuestro mundo y respondamos con caridad porque ¡aquí hay alguien más grande que Jonás y que Salomón!
Bendito sea el nombre santo de Dios ahora y por siempre
Desde la salida del sol hasta su ocaso alabado sea el nombre del Señor (Sal 113)
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