La ley divina fija el destino de cada persona
El profeta Natán es hebreo, posiblemente de la tribu de Leví y según el texto bíblico, vivió durante el reinado de David. Las profecías son comunes en el Antiguo Testamento y en concreto, la profecía de Natán (versículos anteriores al texto que nos ocupa) está proyectada a base de una contraposición, pues no será David quien edifique un templo a Dios (como se le había anunciado en esta profecía) sino que es Dios quien levanta una dinastía en la casa de David. La promesa está relacionada con la continuidad del linaje davídico sobre el trono de Israel.
Estos versículos del segundo libro de Samuel presentan una oración de alabanza y de acción de gracias por parte de David, en respuesta a la promesa de Yahvé. Nos encontramos con David que “se presenta ante el Señor”, un hombre que ora, alaba y da gracias. El texto sagrado nos expone la ley de Dios como destino de la persona, pero nosotros ante estas palabras, ¿qué hacemos? ¿qué decimos? ¿nos presentamos “ante el Señor” cada día?
¿Te has parado “ante el Señor” para orar? La oración nos sirve de reflexión para adecuar nuestra voluntad a la de Dios. Orar es hablar con Dios. Para nuestra oración puede ayudarnos el Salmo 131 (es un salmo mesiánico) en el cual las promesas hechas por Dios se presentan como la respuesta divina a un juramento hecho a David.
"Si tú, siervo de Dios, estás preocupado por algo, inmediatamente debes recurrir a la oración y permanecer ante el Señor hasta que te devuelva la alegría de su Salvación"
(San francisco de Asís)
El Señor Dios le dará el trono de David, su padre
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob.
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractara:
«A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.»
«Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.»
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob.
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractara:
«A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.»
«Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.»





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